Fue un partido de esos que empiezan antes del pitazo inicial. Sudacas venía sin descenso, sin ascenso, sin urgencias. Y cuando no hay urgencias, aparece lo más puro del amateur: los caños. Era un partido para divertirse, para jugar lindo, para filmar, para subir a redes. El famoso “partido de los videos”.

Sudacas perdió el torneo en el camino. Una campaña irregular desde la primera convocatoria. Rotaron, completaron, emparcharon. Gente que llegaba tarde, gente que llegaba para el segundo tiempo, como el soldado eterno Dante Martínez, uno de los mejores arqueros de toda la categoría. Capitán llegando con lo justo. Casi nunca repetían un 6. Nunca encontraban un eje regular. Una cantera enorme… pero dispersa. Equipazo, sí. Constancia, no.

El clausura anterior habían ascendido de la C a la B. En la B descendieron. Y ahora, otra vez en la C, arrancaban como candidatos. ¿Qué pasó? Lo de siempre: convocatoria. No tener más de 3 jugadores con más de 10 partidos. Imposible consolidar una idea.

Aun así, tenían nombres de peso. El 5 Fran Alarcón, guerrero, físico, líder. Naza Alegre, que vino de Cronos, un animal que todavía no está ensamblado pero dejó claro que tiene nivel. El Toro Orellano, crack absoluto, pero jugó 5 de 14. Sosa, otro monstruo de arriba que pasó por el club este año. Y jugadores que, si se alinea la convocatoria y juegan 10 de 14 fechas juntos, pelean seguro el próximo torneo. Sin dudas.

Pero enfrente estaba el Tiki, Manchester Tiki versión amateur: año durísimo, ilusiones enormes, resultados esquivos. Un equipo que siempre traía la estrella equivocada, la mala inclusión, la maldición típica. Pero esta vez no. Esta vez, por primera vez en el año, el universo giró a su favor.
Ventriglia entró desde el banco y mojó. Salvia —sí, el delantero potente de Primera A que en la C le cuesta más que en la A— clavó el suyo. Y el que terminó mejor de todos fue Joaco Salcedo. Crack total. La lleva atada. Parece que juega con un hilo invisible al botín. Hizo un gol, pero sobre todo manejó cada ataque. El Tiki necesitaba una victoria que no cambiaba la tabla, pero sí el alma.
Un cierre de año. Un desahogo. Una desmufada.