El domingo a la mañana, La Pandilla y Asado Grup se encontraron en uno de esos duelos que no se juegan: se sienten. Porque La Pandilla necesitaba ganar para seguir soñando con el ascenso y Asado Grup estaba obligado a hacerlo para sostener el hilo de la permanencia. Y sin embargo, como decía Bilardo, “el fútbol es misterioso, por eso es hermoso”. Empataron 3–3, uno de esos empates que se gritan y duelen al mismo tiempo.

Asado Grup llevó la ventaja casi todo el partido, demostrando que a veces los últimos metros no definen el carácter de un equipo. Luciano William armó un equipo físico, de talla, jugadores de piernas fuertes que cuando se acomodan, juegan al fútbol asociado con criterio. Guillamón fue de lo mejor del equipo, Vignes siempre dio presencia, y aunque jamás encontraron un 6 ideal —probando centrales, laterales, arqueros, rotando más que un carrusel— dejaron en claro que no son menos que nadie en la categoría. Llegaron tarde al torneo, sí; pagaron un par de errores iniciales, también; pero cuando encontraron forma, mostraron que con continuidad y orden podían haber peleado por más. Como decía Menotti, “ganar es un objetivo, pero jugar bien es una obligación”, y Asado Grup cumplió la obligación: jugó.

La Pandilla, en cambio, es un equipo que transmite futuro. El team de Alejo Kevin venía cayéndose en las últimas fechas, pero no por falta de calidad, sino por haber entrado tarde al torneo y arrastrar dos partidos menos del fixture. Si hubieran entrado desde la fecha 1, hoy la historia sería distinta. Aun así, Imanol Cejas metió dos pepas de jerarquía, Joel Leiva volvió a mostrar esa doble faceta de arquero-delantero que define a los polivalentes del amateur, el 10 Salas distribuyó, Hugueti rompió líneas, Fernández sacó de atrás y Kevin mismo, ese goleador que juega y hace jugar, levantó al equipo en los momentos claves. Son un equipo completo, joven, fresco y que en 2026 arranca de movida como candidato firme. Como dice Klopp, “el fútbol te devuelve lo que le das”, y este equipo le dio fútbol, solidaridad y esfuerzo toda la segunda mitad del año.

Por eso, este empate 3–3 termina siendo una postal perfecta del fútbol amateur: emoción, bronca, goles, historia compartida y dos equipos que se fueron del predio sabiendo que dejaron todo. Asado Grup, descendido pero digno, demostró que puede competir. La Pandilla, sin ascenso pero con identidad, dejó claro que en 2026 va a venir por más. En este torneo donde se paga para jugar y se juega para ser feliz, ambos se fueron con algo en la mochila.

Así quedó aquel 3–3 que tuvo gusto a oportunidad perdida, pero que les regaló a los dos algo más importante: la certeza de que el fútbol siempre da revancha.