Decía Marcelo Bielsa: “El fútbol es de los jugadores que se animan a cambiar la historia cuando el partido parece tener dueño”. Y algo de eso pasó en este nuevo capítulo entre Jogo Bonito y Parne Kipada, dos viejos conocidos que se cruzaron en la D, escalaron juntos hasta la A y siguen regalando duelos que ya son parte del folklore de la liga.

El arranque fue todo de Jogo. Con el sello de su escuela carioca, el equipo de Busto y Coria salió decidido a marcar territorio. Presión alta, circulación rápida y una dupla ofensiva encendida: Salvia–Busto. A los minutos ya estaban 2-0, con goles que parecían coreografiados, producto de esa fluidez que solo da la confianza colectiva.

Pero Parne Kipada, el campeón vigente de la Copa de Oro, tiene alma de resiliente. El conjunto de Valen “el Diez” Bavio entendió que el partido se jugaba también en la cabeza. Reajustaron líneas, adelantaron metros, y desde ahí el mediocampo empezó a morder más alto. En la segunda mitad, el libreto cambió: Parne subió la presión, cortó los circuitos de salida de Jogo y empezó a ganar la segunda pelota.

Jogo, que había sido coral en el primer tiempo, quedó sin voz ni piernas. Perdió la capacidad de contragolpear y se vio obligado a refugiarse atrás, sin poder sostener el balón. Los minutos finales fueron una batalla de nervios. Minuto 20, tiro libre para Parne. El destino quería más. Y entonces apareció él: Bavio, el 10 de los tiros imposibles, quien con la precisión de un cirujano la clavó junto al palo para decretar el 3-3 final.

Un gol con perfume a redención, de esos que parecen gritarse con eco.

Ya lo decía Menotti: “El fútbol es un estado de ánimo”, y Parne volvió del abismo con el espíritu renovado. Jogo, en cambio, se fue con la sensación de haber dejado escapar algo que era suyo.

Dos equipos de jerarquía, dos formas de entender el juego y un empate que valió mucho más que un punto. En Depoencuentros, cuando estos dos se enfrentan, el resultado es siempre el mismo: espectáculo garantizado.