Dice Jorge Valdano: “El fútbol es un juego de estados de ánimo, no de estados de cuenta”. Y lo de Los Álamos frente a Allax fue justamente eso: una reivindicación emocional, una bocanada de aire fresco para un equipo que aprendió a creer otra vez.

El conjunto de Brugnoli, que arrancó la temporada mirando el descenso de reojo, encontró en esta fecha su versión más completa: orden defensivo, arquero seguro y una delantera con pólvora. El 6-4 ante Allax, el último campeón, no solo fue una victoria: fue un grito de pertenencia.

Desde el fondo, Mati el Sabalero Rolón se vistió de Manuel Neuer versión verde césped: sobrio bajo los tres palos y fino con los pies, iniciando transiciones que rompieron la presión alta rival. En la defensa, la voz de los hermanos Guerra volvió a ordenar, y en ataque el Cabeza Gáinza —el mismo que alentó a la Selección en Qatar y aparece en todos los documentales— hoy alentó al propio destino: convirtió, corrió, presionó y contagió. Su historia resume la esencia de la liga: pasión, compromiso y alegría.

Los Álamos no solo ganaron en el marcador, sino en identidad. Lo que antes era un equipo golpeado ahora se transformó en uno que juega con convicción. El fútbol de Angeli, Brugnoli y compañía fue colectivo, maduro, pensado. Un equipo que aprendió que “la confianza no se compra, se construye pase a pase”.

En la otra vereda, Allax, el campeón del Apertura, vive un momento extraño. Hace apenas unos meses tocó el cielo, levantando el trofeo más codiciado de la liga. Pero el fútbol, como la vida, no tiene memoria: hoy se encuentra en zona de descenso. El desgaste de la gloria pesa, y todavía no logra esa renovación que lo devuelva a su mejor versión.

Aun así, Lauti Viz y Lucas Colle siguen demostrando que el talento no se apaga. Su sociedad ofensiva —que tantas alegrías le dio al campeón— sigue viva, aunque los resultados no acompañen. Faltó el liderazgo del capitán Peloso, esa voz que calma la tormenta cuando el barco se mueve demasiado.

Los Álamos ganaron, sí. Pero más que eso, se reencontraron con el disfrute. Allax perdió, pero sabe que todavía tiene con qué volver. En el Verde Césped, los domingos son así: el marcador puede cambiar, pero la historia sigue escribiéndose con la misma pelota, la de los sueños.