El sábado, Jogo Bonito salió a la cancha con algo que no siempre aparece en un torneo largo: foco absoluto. Ese foco que cuando lo encuentra un gigante, hace temblar a toda la categoría. Y es que este equipo, cuando huele pelea por el título, activa una maquinaria de 14 años: contactos, jerarquía, amistades, cantera, historia. El teléfono del Presi Coria suena más que el de Chiqui Tapia en un día de elecciones: jugadores que quieren jugar, otros que vuelven, cracks que esperan turno. Jogo es un club, no un equipo.

Y así como arrancaron el torneo sin completar en la fecha 1, y con el 9 eterno —Rodri Busto, el hombre que va por los mil goles del fútbol amateur— atajando para tapar agujeros en algún que otro partido, el tiempo les dio revancha. Ese día, Rodri sacó dos pelotas como si fuera Fillol. Después llegó el arquero, llegaron los refuerzos, volvieron los históricos. Y cuando un gigante recibe una oportunidad, la aprovecha.

Contra Allax, esa maquinaria se vio completa. Alan Vázquez, crack total, jugó de 5 por la lesión de Lautaro Arce… y clavó una pepa. Santi Salvia, la revelación del torneo, ese que le come minutos a Guste Filgueira —otro monstruo que también va por los mil goles— volvió a demostrar por qué los equipos grandes seducen a jugadores grandes. Y Jogo, con su mezcla de cantera, historia, refuerzo y oficio, fue un vendaval.

Allax llegó salvado, relajado, con el título de la Apertura guardado en el bolsillo. Ya habían hecho lo que 20 equipos no pudieron: ser campeones en 2025. Eso no se negocia, eso no se discute. Pero el año fue raro: tras el título, la relajación pegó fuerte. Es normal. Equipo consolidado, proceso largo, objetivos cumplidos. Este partido era puro trámite, pura rotación, pura dignidad.

Y aun así, Ajax tuvo su sello habitual: el gol del l. Viz. porque si hay algo que no cambia es eso. “El gol de L. Viz” es como la factura que llega a fin de mes: siempre aparece. Pero no alcanzó, porque enfrente estaba el Carioca afilado, decidido, en modo candidato.