Partido donde el fútbol volvió a demostrar que la táctica puede ser tan emocionante como la técnica. El conjunto de Otranto se alzó con una victoria contundente, no solo por su capacidad ofensiva, sino por la maestría con la que ejecutaron una basculación defensiva que se convirtió en el faro que los guio al triunfo. Enfrente, un rival como Tiki, aferrado a su dogma del toque y la circulación, se encontró navegando en aguas turbulentas, sin argumentos para replicar ante esta marea coordinada y si bien intentaron construir juego, tejer esa tela de araña de pases que lo caracteriza, cada intento se estrelló contra una pared móvil. La basculación defensiva de Fortín fue un reloj suizo, un bloque compacto que se movía al unísono, cerrando espacios y negando las líneas de pase.

Manchester Tiki, acostumbrado a dominar la posesión y a encontrar resquicios para sus combinaciones, se vio asfixiado. La pelota circulaba, sí, pero siempre lejos del área rival, sin profundidad ni la chispa que suele encender su juego.

La respuesta del Fortín fue unánime y en este escenario, Cabrera y Tangel asumieron la responsabilidad de llenar ese hueco. Saltaron juntos desde el banco y a los segundos, centro de Tute, gol de Kevin, pum, el resto es historia, uno fue mejor que el otro.